¿Tuvimos un hijo

Capitulo 102



Capitulo 102

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Anastasia de repente acercó su mano y tocó la pantalla táctil, por lo que contestó la llamada por él; Elías volteó la mirada para verla, pero ella simplemente lo vio con júbilo.

-Hola, Elías, me encuentro ahora mismo en la empresa. ¿Por qué no llegas aún? – La voz cursi de Helen sonó a través de la bocina.

-Estoy en camino -contestó Elías con una voz baja.

-De acuerdo, ite estaré esperando

-Claro.

-No te has olvidado del regalo que me ibas a dar, icierto? Eso es culpa tuya por no mantenerme compañía anoche -dijo Helen con un tono malcriado. Anastasia lo escuchó todo sin mostrar algún gesto en su rostro mientras que él la miraba con brevedad, luego le dijo a Helen:

-Hablaremos ya que regrese a la empresa. – Él colgó la llamada después de terminar de decir esas palabras y Anastasia se percató lo rápido que fue en colgar el teléfono, por lo que de repente mostró una mueca.

-¿Hay algo que no debería estar escuchando?

Nosotros somos simples amigos – le explicó Elías con voz baja. Él estuvo manteniendo cierta distancia entre Helen y él desde que la encontró debido a que lo único que quería era compensarla; más allá de eso, él no tenía otra cosa en mente respecto a ella. La mirada de Anastasia se volvió gélida mientras que se reflejaba el asco en sus ojos.

-No me vuelvas a tocar. —El pánico surgió de los ojos de Elías.

-Anastasia, yo no puedo cambiar lo que ocurrió en el pasado.

-Para mí, todo lo que Helen toque está sucio. —Ella lo dijo fuerte y claro en persona en esa ocasión. Después de su aclaración, el aspecto del rostro de Elías decayó. Anastasia lo ignoró durante todo el camino de regreso a la compañía, pero la imagen del hombre también tenía una terrible apariencia; por como se veía, era probable que las palabras de la mujer le hayan dado a algo sensible.

El auto apenas se había detenido en el estacionamiento subterráneo cuando Anastasia de repente acercó su mano y tocó la pantalla táctil, por lo que contestó la llamada por el; Elias volteó la mirada para verla, pero ella simplemente lo vio con jubilo.

-Hola, Elias, me encuentro ahora mismo en la empresa. ¿Por qué no llegas aún? – La voz cursi de Helen sonó a través de la bocina.

-Estoy en camino -contestó Elías con una voz baja.

-De acuerdo, ite estaré esperando!

– Claro.

-No te has olvidado del regalo que me ibas a dar, ¿cierto? Eso es culpa tuya por no manter e compañía anoche -dijo Helen con un tono malcriado. Anastasia lo escucho jo sin mostrar algún gesto en su rostro mientras que él la miraba con brevedad, luego le dijo a Helen:

-Hablaremos ya que regrese a la empresa. — Él colgó la llamada después de terminar de decir esas palabras y Anastasia se percató lo rápido que fue en colgar el teléfono, por lo que de repente mostró una mueca.

-¿Hay algo que no debería estar escuchando?

– Nosotros somos simples amigos – le explicó Elías con voz baja. El estuvo manteniendo cierta distancia entre Helen y él desde que la encontró debido a que lo único que quería era compensarla; más allá de eso, él no tenía otra cosa en mente respecto a ella. La mirada de Anastasia se volvió gélida mientras que se reflejaba el asco en sus ojos.

-No me vuelvas a tocar. -El pánico surgió de los ojos de Elías.

-Anastasia, yo no puedo cambiar lo que ocurrió en el pasado.

-Para mí, todo lo que Helen toque está sucio. —Ella lo dijo fuerte y claro en persona en esa ocasión. Después de su aclaración, el aspecto del rostro de Elias decayó. Anastasia lo ignoró durante todo el camino de regreso a la compañía, pero la imagen del hombre también tenía una terrible apariencia; por cómo se veía, era probable que las palabras de la mujer le hayan dado a algo sensible.

El auto apenas se había detenido en el estacionamiento subterráneo cuando

Anastasia abrió la puerta y se fue de inmediato. Elías la siguió a sus espaldas; ella se subjó al elevador y este empezó a cerrarse antes de que él estuviera dentro, pero no detuvo las puertas para él. Ella no quería estar en el mismo lugar que él, pero los delgados brazos del hombre lograron alcanzarla y las puertas del elevador se abrieron una vez más cuando detectaron que había un objeto en el camino, lo cual permitió que Elías pudiera entrar. Él emanaba un aura aplastante, como si el fuera una cuchilla afilada y amenazante. Anastasia cruzó los brazos y se recargó contra la pared. Ella podia ver la complicada y profunda mirada de Elias a través del espejo, la cual era tan atenta como la de una bestia que se escondía en el bosque; sus abrasadores ojos estaban fijos sobre ella. Las puertas del elevador por fin abrieron y ella pasó caminando a su lado para marcharse, pero el hombre la sostuvo de la cintura y le habló al oido entre dientes.

-Sin importar cuán sucio esté, tú no debes despreciarme. —Anastasia se libro de su agarre y se fue del elevador, a la vez que bufaba en su interior.

«De todos modos, yo te seguiré despreciando. ¿Qué importa?».

Elías regresó a su oficina y Helen ya lo esperaba sentada en el sofá. Se habia vestido de un modo minucioso para la ocasión y estaba claro que ella estaba más bonita de lo que solía verse. Cada prenda que llevaba era de marca y también le había puesto esfuerzo a su maquillaje, pero, a pesar de todo eso, a Elías no le podia importar menos. Una mujer que pudiera atraerlo haría mejor trabajo más allá de solo verse bonita por fuera; también debería poseer un encanto interno que llegara hasta lo más profundo de su corazón.

– Ya llegaste, Elías. — El amor y la admiración salieron expulsados de la mirada de Helen mientras se paraba para darle la bienvenida. Elías asintió para luego hacerle una llamada a Ray a través del sistema telefónico privado.

– Trae el regalo. -La decepción fue evidente en los ojos de Helen.

«¿Por qué? ¿Por qué no fue él mismo a escoger el obsequio para mí? ¿Por qué tuvo que pedirle al asistente que hiciera el trabajo por el?». Ray entró poco después con un conjunto de joyería a la mano para luego entregárselo a Helen.

-Señorita Sarabia, cesto es de su agrado? -Ella abrió la caja para ver el conjunto de tres piezas; tenía un diseño y unos diamantes que eran totalmente halagadores. Al final, ella juntó sus labios y formó una sonrisa.

– Me encanta, gracias. -Helen regresó su mirada a Elias, quien estaba perdido en el pensamiento e ignorando por completo su existencia.

-Elías, hice una reservación en un restaurante para esta noche. ¡Hay que ir a cenar

juntos! – Ella dio el primer paso para poder invitarlo, pero él subió una de sus cejas y la rechazó.

-Helen, yo ya tengo una reunión planeada para esta noche y no puedo cancelarla.

– Pero yo en verdad quiero ir a comer contigo. –Ella le rogó con ojos suplicantes.

— Tengo que ver a un cliente muy importante esta noche, así que no puedo decirle que no. Iremos en otra ocasión, ¿está bien? —Las palabras que dijo parecían normales, pero Elias les daba un incuestionable poder cuando él las decía y nadie se atrevería a ir en contra de sus deseos.

Helen mordió su labio rojizo, pero lo único que pudo hacer en ese momento era asentir de un modo lamentable.

-Si tú lo dices.


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