No Soy Tu Bien Desechable (Fernanda Sierra ) Novela

Capítulo 1278



Capítulo 1278

Había también un genio del desarrollo de software, aclamado como un prodigio a los trece años, en una época de escasez tecnológica, había hecho colapsar más de una docena de máquinas, contribuyendo enormemente a la ciencia. Su habilidad como hacker había creado innumerables mitos hace treinta años.

El que estaba al final había sido recibido por presidentes de varios países en su juventud, comenzó a desarrollar la bomba atómica a los treinta, y había recibido incontables premios nacionales e internacionales, un retirado genio de la física con un supercociente intelectual.

Cualquiera de estas personas, con solo presentarse, podría hacer temblar a toda Laguna Verde.

La atmósfera en el salón era tan opresiva que dificultaba la respiración.

Marisol y Jeronimo, al ver a Fernanda en la entrada desde el segundo piso, bajaron rápidamente las escaleras.

Incluso la siempre valiente Marisol, en ese momento bajó las escaleras con más cautela, temiendo hacer cualquier ruido que pudiera molestar a estas personas.

Marisol se acercó a Fernanda y le dijo en voz baja: “¿Cómo llegaste tan rápido? Fabio y los demás aún no han vuelto.”

Jeronimo, que estaba al lado, extendió su mano como si hubiera hecho algo mal, y dijo en voz baja: “… Fui yo quien le pidió a Srta. Fernanda que volviera pronto por teléfono.” “Tú…”

Estas personas no eran fáciles de tratar.

Fernanda, volviendo sola, probablemente no podría manejar la situación.

Necesitaban que Fabio y Javier regresaran lo antes posible.

En ese momento, Conrado golpeó ligeramente el suelo con su bastón, un sonido resonó claramente en todo el salón, y las personas a su alrededor se volvieron uniformemente hacia él.

que

Incluso Marisol y Jeronimo se enderezaron al oír este sonido, temiendo hacer el menor ruido.

“Srta. Fernanda, el sello privado de la familia Huerta es de vital importancia para nosotros, le pedimos que lo devuelva, por favor.”

Conrado, ya de setenta años, tenía una mirada clara y aguda a pesar de su edad mostrando una serenidad contenide

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difíciles de rechazar.

“Abuelo Huerta, no es que no quiera devolverlo, es que… no puedo.”

Cuando Fernanda dijo esto, todos fruncieron ligeramente el ceño.

Ese pequeño gesto ya había hecho que el corazón de Marisol se acelerara.

La atmósfera en la Mansión Huerta se volvió aún más tensa.

En poco tiempo, Jeronimo sintió que le faltaba el aire.

Nunca había sentido una presión así.

“Jovencita, esto pertenece a nuestra familia Huerta, si no lo devuelves, no nos hagas perder el respeto.”

El que hablaba debía ser uno de los emigrantes mexicanos.

Justo entonces, el anciano sentado junto a Conrado comenzó a hablar: “Basta de charlas, si no lo entrega, procederemos a actuar.”

Tan pronto como terminó de hablar, los guardaespaldas que estaban detrás de ellos se pusieron de pie al unísono.

Viendo esto, Ramón inmediatamente se adelantó para proteger a Fernanda.

Fernanda frunció el ceño y dijo: “No te necesito aquí, ¡vete!”

“No puedo, no dejaré que te hagan daño, Srta. Fernanda!”

Ramón habló con sincera preocupación, pero Marisol solo pudo rodar los ojos.

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¡Aún quería demostrar su lealtad!

¿No veía la situación?

¿Esos guardaespaldas detrás de ellos eran gente común?

¡Eran los soldados personales mantenidos por la familia Huerta!

¡Cualquiera de ellos podría tumbarlo con solo mover un dedo!

Ante esta escena, Fernanda de repente golpeó la nuca de Ramón con un golpe rápido de


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