Capítulo 2404
Capítulo 2404
Píldora Fortalecedora de Espíritu
Quirino acababa de terminar de hablar cuando, una fracción de segundo después ya había bajado del podio y aterrizado frente al campanario. Nadie lo había visto moverse, y era como si se hubiera teletransportado.
A continuación, su aura empezó a aumentar en intensidad, estallando en ondas que se elevaban hacia el cielo. Era palpable incluso para los espectadores, que sintieron un temblor en todo el cuerpo.
Quirino empujó la puerta de bronce del campanario con una mano y entró. Todos permanecieron en silencio mientras esperaban a ver cuánto tardaría en llegar a lo alto del campanario.
Sigfrido estaba de pie detrás de su mentor con los ojos clavados en el campanario.
—Sigfrido, estás siendo demasiado impulsivo. Sin duda podrías recrear El Vuelo de los Tres Dragones con la píldora fortalecedora del espíritu. Sin embargo, ¿has considerado las consecuencias de consumirla en público? Estaría más claro que el agua. Si alguien iniciara una investigación, tendríamos problemas para explicar el origen de la píldora.
Ángel se sentó erguido en el banco de piedra y reprendió a Sigfrido por telepatía. All content © N/.ôvel/Dr/ama.Org.
Sigfrido bajó muy poco la cabeza y no respondió.
En ese momento, la multitud jadeó al mismo tiempo cuando la figura de Quirino emergió en lo alto del campanario.
—¡El señor Yura es demasiado formidable! ¿Imaginan lo fuerte que es para llegar a lo más alto en tan poco tiempo?
—¿Le llevó diez minutos? ¡Tal vez mucho menos tiempo que eso!
—No hablemos del número de veces que puede tocar la campana por ahora. Su velocidad en completar la subida ya está a leguas por delante de Sigfrido.
—¡Pero claro! ¿Cómo puede una simple persona de alto rango en la Clasificación Suprema de Honor compararse con el Señor Yura? Sigfrido es demasiado engreído.
Todos empezaron a burlarse de Sigfrido mientras se asombraban de la extraordinaria hazaña de Quirino.
Eran los mismos que se habían burlado de Sigfrido cuando había tocado dos veces la Campana del Dragón.
Sin embargo, Sigfrido fue lo bastante engreído como para desafiar a Quirino, provocando que la marea se volviera en su contra.
Aparte de todo esto, el papel de Quirino como responsable de los Ocho Reinos Secretos Mayores significaba que pocos se atrevían a hablar abiertamente en su contra.
Sigfrido se encontraba ahora en una posición incómoda. Su rostro sufrió una serie de transformaciones, pasando de estar rojo como un tomate a perder todo su color.
Quirino levantó el martillo de campana sin esfuerzo, a diferencia del resto.
El martillo cortó un arco en el aire antes de caer con fuerza sobre la Campana del Dragón.
El melodioso tañido de la campana sonó y generó una fuerte oleada de aura que se extendió en todas direcciones.
Todos los presentes contuvieron la respiración y sintieron que sus mentes se estremecían sin control.
La Campana del Dragón vibró sin cesar y surgió un dragón dorado que se lanzó por los aires.
Antes de que nadie pudiera recuperarse de la poderosa aura, sonó otro tañido.
Un segundo dragón dorado alzó el vuelo. Ambos dragones se entrelazaron mientras se elevaban en el aire.
Quirino levantó el martillo y golpeó la campana por tercera vez.
Había hecho sonar la campana tres veces de una sola vez, haciéndolo parecer tan fácil como respirar.
—El vuelo de los Tres Dragones…
Todos los espectadores miraban emocionados al cielo cuando los tres dragones empezaron a rodear el campanario.
Quirino volvió a levantar el martillo en alto.
—¿Va a golpear el señor Yura la campana por cuarta vez?
—¿Vamos a presenciar a cuatro dragones surcando el cielo a la vez?
Miraron a Quirino con asombro y se anticiparon al cuarto toque de la campana.
El cuarto golpe de Quirino cayó con fuerza sobre la campana, y uno de sus grabados de dragón se transformó en un dragón dorado que despegó hacia el cielo.
—¡Ahora hay cuatro dragones en total!
—Señor Yura, seguro que es usted experto en ocultar sus fuerzas. No puedo creer que Sigfrido pensara que era lo bastante bueno como para enfrentarse a usted.
—Veamos qué otros trucos se guarda Sigfrido en la manga ahora que se ve obligado a tragarse sus propias palabras.
Todos hablaban entre ellos, siendo Sigfrido el hazmerreír.
Las caras de Sigfrido y Ángel eran atronadoras.