Capítulo 2392
Capítulo 2392
Un monte
«No hay forma de que asuma la responsabilidad cuando no he hecho nada».
—Ya me he convertido en tuya desde el momento en que tomé tu sangre. Eres mi maestro a partir de ahora. ¿No sentiste nada hace un momento? —preguntó Feenix.
—Yo...
A Jaime se le trabó la lengua. Después de todo, antes sintió una sensación increíble y confortable.
Aun así, toda la situación le parecía ridícula.
«¿Se convirtió en mía con sólo tomar una gota de mi sangre? ¿Cómo es posible? E incluso...».
—Señorita Feenix, esto es demasiado repentino. Me cuesta procesar toda esta información. De todos modos, tengo que volver o la gente empezará a preocuparse.
Jaime quería marcharse cuanto antes o nunca podría limpiar su nombre. Ccontent © exclusive by Nô/vel(D)ra/ma.Org.
—Maestro, no lo detendré si quiere irse, pero primero, déjeme darle un regalo.
Con eso, agitó con suavidad su brazo, y la montaña entera comenzó a retumbar. Innumerables bestias demoníacas rugieron al unísono, sus rugidos sonaban emocionados. Era casi como si estuvieran animando a Feenix.
Justo entonces, todas las bestias demoníacas que trajeron a Jaime al lugar se reunieron, comportándose como perros domesticados frente a Feenix.
—A partir de hoy, esta persona será su maestro. Tienen que obedecer sus órdenes en todo momento —dijo Feenix a las bestias demoníacas.
Mirando a Jaime, las bestias demoníacas gruñeron con suavidad y asintieron con fuerza.
—Maestro, estas bestias demoníacas son sensibles. Aunque no pueden hablar nuestro idioma ni transformarse en humanos, son bastante inteligentes. ¿Por qué no elige una como montura? También puede protegerlo en momentos de peligro —dijo Feenix.
La emoción bullía en el interior de Jaime.
«¡Sería genial tener una bestia demoníaca como montura!».
Pasó la mirada por las bestias demoníacas reunidas ante él, sin saber cuál elegir.
Justo cuando le costaba decidirse, el Tigre Llameante que había convocado a la oleada de bestias demoníacas gruñó con suavidad. Entonces se acercó a Jaime y se acurrucó contra él como ofreciéndose a ser su montura.
Ante eso, Jaime acarició la cabeza del Tigre Llameante y le dijo a Feenix:
—Iré con éste entonces.
—De acuerdo. Puede venir aquí en cualquier momento para buscar mi ayuda si encuentra alguna dificultad —dijo Feenix.
—De acuerdo.
Jaime asintió.
Aunque Jaime no creía necesitar su ayuda en ese momento, Feenix y sus bestias demoníacas pronto desempeñarían un papel enorme para ayudarle a conquistar los Ocho Reinos Secretos Mayores en el futuro.
Con eso, Jaime saltó y montó en el Tigre Llameante, que lanzó un rugido y cargó montaña abajo.
Innumerables bestias demoníacas se situaron a ambos lados del sendero de la montaña, despidiendo a Jaime. En ese momento, Jaime era como un general examinando a sus soldados.
Al mismo tiempo, Evangelina, que esperaba a Jaime al pie de la montaña, palideció al escuchar los rugidos que resonaban en la montaña.
—Señorita Gabaldón, creo que lo más probable es que el señor Casas esté muerto. Quizá deberíamos volver —sugirió Zero.
Después de todo, nadie podría sobrevivir permaneciendo en la Montaña de la Bestia Demoníaca durante tanto tiempo, y mucho menos adentrándose en las profundidades de la montaña.
—Esperemos un poco más…
Evangelina se sintió bastante triste. Después de todo, ella tenía sentimientos especiales por Jaime. De hecho, nunca se habría recuperado si no fuera por él.
—¡Malas noticias, Señorita Gabaldón!
En ese momento, un miembro de la familia Gabaldón se acercó corriendo.
—¿Qué pasa? —preguntó Evangelina.
—El Tigre Llameante está cargando en nuestra dirección. También hay un enorme grupo de bestias demoníacas siguiéndolo. Temo que pueda ocurrir otra oleada de ataques —dijo la persona con el miedo escrito en su rostro.