Capítulo 256
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Julio y Luis terminaron con la cara muy marcada, ninguno había salido bien parado.
Sin embargo, debido a una herida anterior, Luis no era rival alguno para Julio. Justo cuando el siguiente puñetazo de Julio estaba a punto de llegar, Silvia al instante se interpuso frente a Luis.
-¿Esto ya es suficiente?
Ella miró con total frialdad a Julio y le preguntó.
Julio se quedó en ese momento inmóvil, con el labio aún adolorido. Se limpió la sangre de la comisura de los labios y miró profundamente a Silvia sin decir una sola palabra.
-Por favor, vete, de inmediato o llamaré a la policía añadió Silvia muy furiosa.
Julio sintió un dolor indescriptible en el corazón porque antes, sin importar realmente quién fuera, Silvia siempre se ponía de su lado primero. Ahora, ella había elegido a otra persona.
Julio apartó enfurecido la mirada y se volteó para salir.
Después de que se fue, Silvia se apresuró con rapidez a comprobar el estado de Luis:
-¿Estás bien?
Tan pronto como su mano tocó el brazo de Luis, él respiró muy hondo.
-Estoy bien respondió.
Pero Silvia notó en ese momento que la sangre se filtraba por la manga de su camisa, manchando la punta de sus dedos.
-Tu brazo está sangrando profusamente.
Sin dudarlo dos veces, Luis se quita la chaqueta, revelando su brazo musculoso. Una cicatriz de cuchillo se había reabierto durante la feroz pelea, y la sangre brotaba sin control. Presionó con fuerza la herida con su ropa:
-Es una herida antigua, ¿te asusté?
Él no esperaba que Julio tuviera tanta habilidad.
En ese momento, los hombres de Luis también entraron apresurados, todos con heridas muy visibles. Al ver a Luis herido, uno de ellos se acercó de inmediato para vendarle la herida.
Señor, ¿necesita ir al hospital?
-No hace falta. Salgan primero -ordenó Luis.
Después de que se fueron, Luis miró fijamente a Silvia:
-¿Él te hizo daño?
Silvia negó con la cabeza:
-No, llegaste justo a tiempo, gracias.
Luis frunció el ceño ligeramente:
-Sabía muy bien que no se rendiría con tanta facilidad.
Los ojos de Silvia estaban llenos por completo de preocupación.
-No esperaba que él definitivamente me siguiera hasta aquí.
-¿Quieres que te lleve a otro lugar mañana? -le preguntó Luis de manera tentativa.
Silvia rechazó en ese momento la oferta:
-No es necesario, solo cuida muy bien de Nuria y los dos niños,
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puedo manejar esto yo misma.
Luis ya sabía que ella lo rechazaría de nuevo, y sonrió con gran resignación.
-¿Puedes decirme por qué siempre me rechazas? Acaso. ¿No somos amigos?
Silvia guardó absoluto silencio por un momento antes de responder:
-Tengo miedo de no poder devolvértelo.
Con esas palabras, todo quedaba muy claro. Luis comprendía bien que era imposible que estuvieran juntos.
-Entiendo. De todos modos, si alguna vez me necesitas, llámame.
Después de decir esto, se fue con cierta sensación de derrota. De regreso en su coche, Luis sacó en ese momento un anillo de diamantes de su bolsillo y lo arrojó con rabia por la ventana.
En el camino al aeropuerto, su amigo Santiago lo llamó.
-¿Cómo te fue? ¿Ella al fin aceptó tu propuesta?
Hoy, Luis había ido a buscar a Silvia no solo para darle una severa lección a Julio, sino también para expresar sus sentimientos a ella. Con una sonrisa muy amarga, le respondió:
-No.
-¿Ella te rechazó? ¿Cómo es posible? Eres un buen hombre y ella, es tan solo una mujer casada con hijos, ¿dónde va a encontrar a alguien mejor que tú?
Santiago no podía creerlo.
La garganta de Luis se sentía demasiado apretada.
-Porque ella no me ama.
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El amor es algo evidente, y Luis lo sabía muy bien: Silvia nunca lo había amado. Nunca le había dado ninguna señal, siempre había sido una ilusión suya.
Santiago quedó al instante sin palabras. Quería decir algo más cuando de repente se escuchó un fuerte estallido al otro lado del teléfono.
-¡Luis, Luis! ¿Qué ha sucedido?
En una carretera de Aguablanca, un coche de lujo había sido ferozmente embestido, y los fragmentos de vidrio se clavaron con fuerza en Luis. El coche de los guardaespaldas que lo seguía detrás tampoco se salvó, y el humo denso lo envolvía por completo todo…